“Cada año más de 800.000 personas ponen fin a su vida y hay muchas más que intentan suicidarse. El suicidio es una tragedia que afecta a familias, comunidades y países, y tiene efectos a largo plazo en las personas que dejan atrás”.
Así lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una nota de prensa publicada con motivo del Día Mundial de la Prevención del suicidio, celebrado el pasado sábado 10 de septiembre, con el propósito de sensibilizar a la población sobre este grave problema de salud pública y la importancia de prevenirlo.
Según datos de la OMS, el suicidio se puede producir durante toda la vida y es la segunda causa principal de muerte entre los 15-29 años en todo el mundo. Si bien la relación entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular los trastornos relacionados con la depresión y el consumo de alcohol) está bien documentada en los países de altos ingresos, muchos suicidios ocurren de forma impulsiva en momentos de crisis que pueden afectar a la capacidad de hacer frente a estresores vitales (por ejemplo, problemas económicos, una ruptura de pareja o la presencia de dolor y enfermedades crónicos). |
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Por ende, las experiencias relacionadas con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento, están fuertemente asociadas con el comportamiento suicida.
Las tasas de suicidio son también elevadas entre los grupos vulnerables que sufren discriminación, como refugiados, inmigrantes, población LGBTI, población reclusa, etc. Sin embargo, el principal factor individual de riesgo para el suicidio es un intento previo de suicidio no consumado.
La OMS subraya la importancia de conocer los métodos de suicidio más comúnmente utilizados, de cara a establecer estrategias de prevención eficaces. Entre los diferentes métodos, la OMS destaca las armas de fuego y el ahorcamiento como los más comunes. Asimismo, estima que, aproximadamente el 30% de los casos de suicidio se deben a envenenamiento con plaguicidas –la mayor parte de los cuales se produce en zonas agrícolas rurales de países de bajos y medianos ingresos.
A pesar de lo anterior, afirma que el suicidio puede prevenirse mediante intervenciones precoces, basadas en la evidencia y que suelen ser de bajo coste económico, destacando la necesidad de una estrategia integral multisectorial de prevención del suicidio para que las respuestas nacionales sean eficaces, y enumerando algunas medidas que se pueden implementar a nivel poblacional e individual para evitar tanto el suicidio como los intentos, entre ellas: restringir el acceso a los medios de suicidio (por ejemplo plaguicidas, armas de fuego, ciertos medicamentos); la introducción de políticas dirigidas a reducir el consumo nocivo de alcohol; la detección temprana, tratamiento y atención de las personas con problemas de salud mental y abuso de sustancias, dolor crónico y trastornos emocionales; o la formación del personal sanitario no especializado en la evaluación y manejo de la conducta suicida.
Empero, existen hoy en día una serie de obstáculos que dificultan el avance en la prevención del suicidio, tales como, la baja disponibilidad y calidad de los datos disponibles, así como el estigma presente -principalmente en torno a los trastornos mentales y el suicidio-, que conlleva a que muchas personas que piensan en quitarse la vida o que lo han intentado en alguna ocasión, no busquen ayuda y, por lo tanto, no reciban la ayuda que necesitan. Tal y como advierte la Organización, “la prevención del suicidio no se está abordando adecuadamente debido a la falta de concienciación del suicidio como un problema prioritario de salud pública, y al tabú en muchas sociedades para hablar abiertamente del tema”. |
Reblogueó esto en Doctora y Especialista en Psicología Clínica y Médica.