Inteligencia emocional

Son muchas las situaciones que se producen en nuestra vida cuando nos comunicamos con los demás. Ya que al fin y al cabo somos seres humanos y, por tanto, seres emocionales.

Varias preguntas surgen a la hora de describirnos como seres emocionales, ¿cuál es el significado de emoción? ¿Cómo influyen las emociones en mí día a día? Y más aún, ¿cómo me influyen las emociones de los demás?, ¿De qué manera me afectan?

Muchas han sido las definiciones que se han dado sobre la Emoción. Veamos algunas de ellas:

Etimológicamente, el término emoción viene del latín emotĭoōnis, que significa «el impulso que induce la acción». Así pues, todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado. La Emoción es el motor que da sentido a nuestra vida, y como buen motor que se precie, es necesario mantenerlo sano, apunto para la acción.

Según el Diccionario de la RAE, Emoción es “la alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”

Para Rafael Bisquerra, la emoción es “el estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación fisiológica que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan como respuesta a un acontecimiento externo o interno”.

¿Y para qué nos sirven las emociones? Las emociones tienen su misión, son nuestra guía interna que nos da información sobre qué nos ocurre cuando las sentimos, cuáles son los pensamientos que tenemos en ese estado y cómo influyen en nuestro comportamiento. El psicólogo Leslie Greenberg en su libro “Emociones. Una guía interna” nos dice que:

  • la emoción es una señal para nosotros mismos
  • la emoción nos prepara para la acción
  • la emoción vigila el estado de nuestras relaciones
  • las emociones evalúan si las cosas nos van bien
  • las emociones sirven de señales a los demás
  • la expresión es importante, pero puede que no siempre corrija lo que está mal
  • decidir cómo actuar frente a la señal es importante
  • el pensamiento pone la emoción en perspectiva y hace que tenga sentido.

Por lo tanto “mi mundo interior, crea mi mundo exterior”, es decir, nuestra forma de sentir las emociones unida a nuestra manera de pensar crea nuestra realidad día a día. Actuamos en base a lo que sentimos y pensamos.

El neurólogo Antonio Damasio en su Libro “En busca de Spinoza”, nos dice que “la voluntad es realmente un método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda volverte positivo en tus emociones”.

Es decir, que nos solo podemos “escuchar” a nuestras emociones, sino que además podemos modificarlas deliberadamente a través del pensamiento consciente, haciendo que estas sean constructivas para nosotros y las personas que nos rodean. Esto requiere, cómo no, de observación, conocimiento y voluntad para conseguir transformar un estado emocional desagradable en otro agradable, con la consecuencia de generarnos bienestar.

Un claro precursor de la IE fue el psicólogo Edward Thorndike (1920) profesor de Psicología de la educación en el Teachers College de la Universidadde Columbia, fue uno de los primeros que identificó el aspecto de la IE -Inteligencia Emocional- que denominó inteligencia social, y que definió como la “habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas y actuar sabiamente en las relaciones humanas” quien propuso el concepto de Inteligencia Social, definiéndola como “la habilidad para comprender y dirigir a las personas a actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

La Inteligencia Intrapersonal es la capacidad de acceder a los sentimientos propios, nuestras emociones y utilizarlos para guiar nuestra propia conducta y comportamiento. Pues el hecho de comprendernos a nosotros mismos juega un papel determinante, en los cambios personales asociados a mejoras o adaptaciones a los eventos vitales.

Así pues, la Inteligencia Interpersonal es aquella que se implica en la relación con otras personas, para comprender sus motivos, deseos, emociones y comportamientos. Es por tanto, la capacidad de entender y comprender los estados de ánimo de los otros, sus motivaciones y sus estados psicológicos.

En 1985 el Psicólogo Reuver Bar-On fue el 1º que utilizó la expresión Cociente Emocional (Emotional Quotient, EQ). Creó el inventario emocional del cociente (EQ-i), primera prueba testada de la IE. Para él, los modelos de la IE parten del concepto de Inteligencia Social, distinguiendo en su mo- delo la Inteligencia Emocional (Intrapersonal) de la inteligencia social (Interpersonal).

Y en 1990 los psicólogos John Mayer y Peter Salovey publicaron un artículo que versa sobre la Inteligencia Emocional. Es ahí donde aparece la primera definición formal considerando a esta inteligencia como “un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad para supervisar y entender las emociones propias y las de los demás, discriminar entre ellas y usar dicha información para guiar nuestros pensamientos y por ende, nuestros comportamientos”.

Estos autores han seguido matizando el concepto de Inteligencia Emocional desde el razonamiento, hasta que Daniel Goleman difundiera el concepto a través de su libro Inteligencia Emocional, basado en el trabajo de Salovey y Mayer.

Goleman hace una distinción entre Inteligencia emocional y competencias emocionales, según la cual, la Inteligencia Emocional proporcionaría el fundamento para el desarrollo de las competencias emocionales.

Las competencias propuestas por Goleman son las siguientes:

  • Autoconciencia emocional: saber cómo se siente uno mismo.
  • Autogestión emocional: capacidad de regular influencias inquietantes, como ansiedad e ira y para inhibir la impulsividad emocional.
  • Conciencia social: que incluye la competencia de la Empatía, relacionado con la interpretación de emociones en los demás.
  • Gestión de las relaciones o Habilidad social: afirmando que la eficacia de nuestras relaciones se basa en nuestra aptitud para armonizarnos o influir en las emociones de otra persona.

Así pues, basándonos en estos autores, ¿qué es la Inteligencia Emocional? ¿cómo la puedo aplicar a mi vida personal y profesional?

La Inteligencia Emocional es “la habilidad para percibir, comprender y regular nuestras propias emociones y las de los demás”. Cuando nos referimos a la IE, hablamos del uso inteligente de las emociones, de hacer que nuestras emociones trabajen para nosotros con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y aumentar nuestro bienestar personal y social.

No nos podemos olvidar del papel importante que tiene nuestro cerebro en materia de procesa- miento de las emociones. Esto es incuestionable por parte de neurólogos y científicos, quienes a día de hoy afirman, tras múltiples investigaciones, que las emociones están reguladas por las par- tes más primitivas de nuestro cerebro. Las tendencias actuales en Biología y Psicología evolutiva consideran que las emociones son un sistema de guía para el organismo, para aproximarse o evitar un estímulo del mundo.

El Neurólogo Giacomo Rizzolatti en 1990 descubrió las llamadas “Neuronas Espejo”: El cerebro tiene múltiples sistemas de neuronas espejo que nos capacitan para entender las acciones de los demás, sus intenciones, emociones y el significado social de sus conductas

En el campo de la Investigación, el Médico Neurólogo Antonio Damasio 1994, Tiene como campo prioritario de interés las bases neurológicas de la mente, especialmente en lo que se refiere a los

sistemas neuronales que subyacen a la memoria, el lenguaje, las emociones y el procesamiento de decisiones. Como médico, estudia y trata, junto a sus colaboradores, los desórdenes del comportamiento y de la cognición, así como los del movimiento.

Antonio Damasio considera que los estímulos externos, desencadenan en nosotros una emoción determinada. Así pues, cuando experimentas una emoción, como por ejemplo, el miedo, hay un estímulo que tiene el poder, la capacidad de desencadenar en esencia una reacción automática, y esta reacción comienza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo, apareciendo pensamientos e ideas que acompañan esa reacción, constituyéndose el sentimiento. Sentir es por tan- to percibir todo esto, el estímulo externo, las sensaciones del cuerpo y los propios pensamientos.

A través de diversas técnicas de regulación emocional, podemos reconocer de forma consciente nuestras emociones e identificar qué sentimos, siendo capaces de darle una etiqueta verbal. Teniendo capacidad para generar emociones que faciliten el pensamiento positivo y de este modo proporcionarnos bienestar. Y pudiendo integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento, sabiendo considerar la complejidad de los cambios emocionales. Con la consecuencia final de dirigir y manejar las emociones de agrado como de desagrado de forma eficaz en nosotros mismos y en los demás.

Así pues, desde las herramientas basadas en la Inteligencia Emocional, nos permiten potenciar nuestros recursos internos, descubriendo nuevos caminos de afrontamiento ante situaciones reales, que nos ayudarán a dirigir las relaciones de manera beneficiosa para ambos, fidelizando esta relación a través del vehículo de la confianza.

Intrapersonal

Dentro del ámbito de la Inteligencia Emocional hay una referida a lo intrapersonal, es decir la relación que la persona tiene consigo misma, aquello que tiene que ver con su persona y con los aspectos que la configuran.

Para poder trabajar con los demás primero hemos de habernos trabajado a nosotros mismos, hemos de ser capaces de conocernos y de reconocer los procesos que nos movilizan internamente para poder reconocerlos en los demás y así poder guiarlos en su propio proceso personal.

Dentro del campo de actuación de lo intrapersonal existen tres grandes apartados: el autoconocimiento, la autorregulación y la automotivación.

Veamos en qué consiste cada una de ellas.

Autoconocimiento

En Inteligencia Emocional se entiende Autoconocimiento como el acto por el que uno se pone en contacto consigo mismo en busca de conocimiento y de aceptación de las propias emociones y sentimientos.

La capacidad de conocer y reconocer como propio aquellos sentimientos que tienen lugar dentro de la persona es la fundamentación de la IE. Conocerlos para hacernos cargo de ellos y de esa manera ser nuestros propios amos, pues cuando dejamos a las emociones libres nos quedamos a su merced.

El conocimiento de las propias emociones facilita el proceso de toma de decisiones y se muestran como una guía para conseguir una vida plena. Para que este proceso se realice eficazmente, lo primero que hemos de hacer es conocernos y aceptarnos. Es entonces cuando podemos empezar a cambiar aquellos aspectos que nos limitan o nos frenan en nuestro camino a la felicidad.

¿Hasta que punto eres capaz de expresar lo que sientes?, ¿eres consciente de la emoción que estás sintiendo en el mismo momento?, ¿te dejas arrastrar por la emoción y luego te arrepientes de ello?, ¿sabes reconocer en los demás los sentimientos que has vivenciado? Todas estas preguntas, y otras cuantas, forman parte del juego de autoconocimiento. Como dijo Oscar Wilde: “Amarse a sí mismo es el comienzo de una historia de amor eterna.”

Si eres una persona con un alto nivel de autoconocimiento personal, entonces:

  • Reconoces tus emociones en el momento en que te surgen y sabes lo que la originó. Conoces la relación existente entre tus sentimientos, tus palabras y tus acciones.
  • Reconoces el sentimiento que hay detrás de tus acciones.
  • Puedes expresar tus emociones con facilidad, puedes ponerles un nombre, definirlas. Este punto es muy importante pues cuando somos capaces de nombrar las cosas podemos trabajar sobre ellas. Es muy difícil trabajar sobre algo que no puede ser nombrado.
  • Eres una persona empática, es decir, eres capaz de reconocer las emociones en los demás, pues previamente las has reconocido en ti mismo.
  • La automotivación
  • Las palabras emoción y motivación tienen la misma raíz latina “motus”, que es el participio pasivo del verbo “mover”, ambas palabras invitan al movimiento. Si eres una persona dotada de una buena automotivación entonces:
  • La motivación es la capacidad de enviar energía en una dirección específica con un propósito concreto. Aplicado a la IE podemos decir que es la correcta canalización de las emociones propias en dirección a nuestros objetivos…………………Así, podemos decir que la automotivación es la capacidad de motivarse a uno mismo, de ponerse en movimiento hacia la meta deseada. Es el combustible que nos puede guiar al éxito, es la energía que nos permite llevar a buen fin nuestros propósitos.

Además, si posees fuertes deseos de cumplir tus objetivos y aquello que deseas par tu vida:

  • Asumes los riesgos y los desafíos que consideras necesarios.
  • Te preparas lo máximo posible para tomar decisiones lo más acertadas posibles.
  • Encuentras un sentido que transciende cada tarea que realizas.
  • Si te surgen obstáculos en tu camino, buscas la forma de superarlos.

  • Actúas desde la esperanza en lugar de hacerlo desde el miedo al fracaso.
  • Preguntas como las que siguen ayudan a tomar conciencia del grado de automotivación que tenemos en nuestros objetivos actuales y cuáles son las cosas que más nos motivan en nuestra vida.
  • ¿Te planteas objetivos positivos y elaboras planes adecuados para alcanzarlos?, ¿te planteas retos que luego los vives como amenazas?, ¿encuentras sentido al realizar las tareas diarias?, ¿te mueve la huida del miedo o la búsqueda de tu felicidad?, ¿haces las cosas con convencimiento o por obligación?……….Recuerda que cuando una persona está motivada tiene su visión puesta en el futuro, en la meta que desea alcanzar y actúa centrada en el presente. Una persona motivada “hace lo que tiene que hacer en cada momento”. Este futuro no tiene que ser a largo plazo, puede ser un futuro inmediato. (Por ejemplo, dejas de ver una película que te gusta mucho porque te ha llamado esa persona con la que tanto te gusta estar y vas a quedar con él/ella)
  • Es importante llegados a este punto distinguir entre dos tipos de motivación; la persona que está motivada por las necesidades, que es aquella que “debe” hacer esto o aquello, que “debe” cumplir con lo que la vida parece exigirle. Y la persona motivada por las posibilidades, que es aquella que se motiva por “lo que es posible”, va más allá de las necesidades y se pone en movimiento para descubrir aquello que la vida le puede ofrecer. Esta motivación no descuida las necesidades, sino que suma a estas, las posibilidades.

Un líder emocionalmente inteligente.

  • El Líder emocionalmente inteligente es aquél que va un poco más allá de la correcta aplicación de los procesos y metodología, es un Líder consciente de la importancia de saber gestionar sus propias emociones, así como de las de sus colaboradores y mostrarles a éstos cuáles son las emociones que responden ante determinados pensamientos y comportamientos y sobre todo, cuáles son las necesidades que subyacen a dichas emociones.
  • El Psicólogo Hendrie Weisinger nos da una definición que te ayudará como Líder a guiar a tus colaboradores en sus conductas, para ayudarles a enfocarse no en los objetivos sino en los resultados que desea obtener:
  • “La inteligencia emocional es, en pocas palabras, el uso inteligente de las emociones: de forma intencional, hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de manera que mejoren nuestros resultados”.
  • Cada emoción aparentemente “negativa” tiene una razón de ser. Es necesario poder reconocer cuál es el mensaje que trae y convertir cada emoción en un aprendizaje enriquecedor.
  • Para ello la Gestión de las emociones es fundamental.
  • ¿En qué consiste la Gestión emocional? Salovey y Mayer proponen los pasos para Gestionar debidamente las emociones:
  • Percepción, Evaluación y Expresión Emocional: Habilidad para identificar mis emociones en estados físicos y psicológicos. Habilidad para identificar emociones en las personas. Habilidad para expresar emociones y nuestros deseos asociados a los mismos.
  • Asimilación emocional: Habilidad para redirigir nuestro pensamiento a través sentimientos asociados a personas y situaciones externas. Habilidad para generar y revivir emociones de bienestar. Habilidad para usar los estados emocionales para facilitar la solución de problemas y la creatividad.
  • Comprensión emocional: Habilidad para etiquetar las emociones. Habilidad para identificar el significado de las emociones.Habilidad para reconocer emociones simultáneas. Habilidad para reconocer transacciones entre las emociones.
  • Manejo o Regulación emocional: Habilidad para estar abierto a las emociones. Habilidad para escuchar y reflexionar emociones.Habilidad para captar, prolongar o tomar distancia de un estado emocional. Habilidad para manejar las emociones propias y ajenas.

  • La propuesta está especialmente vinculada con la regulación emocional, es decir, partir de dar la bienvenida a la emoción (ya sea agradable o desagradable: alegría, tristeza, enfado, miedo…) que se vincula con percibirla, comprenderla (integración emoción-razón), aceptarla y regularla, es decir, saber qué hacer para tener bienestar en nuestras vidas. Por tanto, el canalizar nuestras emociones supone identificarlas, expresarlas y leer el mensaje que nos dan.
  • La autorregulación Es la capacidad que te permite activarte o tranquilizarte a ti mismo evitando así que emociones como la ansiedad, la tristeza y la irritabilidad exageradas te lleven a comportamientos no deseados.
  • Aquellas personas que no saben autorregularse han de luchar constantemente con sus tensiones internas y con las circunstancias que las emociones, no controladas y expresadas fuera de control, les generan. Al hablar de autorregulación hablamos de regular las emociones, este concepto es muy diferente al de controlarlas. Controlarlas o reprimirlas significa esconderlas, no quererlas ver, anularlas en un intento de hacerlas desaparecer mágicamente, esto es perjudicial para cualquier persona. En cambio, regularlas es apropiarse de ellas y utilizarlas de una manera equilibrada, de una manera que nos apoyen en nuestro bienestar interior.
  • Si eres una persona con una buena autorregulación entonces:
  • Tienes el mando de tus sentimientos, emociones e impulsos.
    • Permaneces equilibrado en todo momento.
    • En situaciones de presión te sientes centrado y no dejas que la emociones te nublen tu actuación.
  • Si no hiciéramos otra cosa que controlar, manipular o esconder las emociones estaríamos provocándonos un daño, pues la consecuencia es la consiguiente aparición de posibles emociones secundarias, represión de otras y malestar físico en nosotros mismos y quizás también en los demás. La gran ventaja de regular nuestras emociones, que requiere también un esfuerzo, es que nos aporta mayor salud, integra la triada del sentir-pensar-actuar y somos más felices. Lo agradeceremos y posiblemente los demás también. Ésta es la gran diferencia entre controlar y gestionar nuestro estado emocional.
  • El desarrollo de las competencias emocionales nos sirve para regular nuestros estados de humor, para motivarnos y hacer frente a las frustraciones y sucesos negativos, para gestionar nuestra impulsividad, para desarrollar la empatía hacia el buen entendimiento de los demás.
  • Para ello, es preciso que desarrollemos nuestro propio autoconocimiento, que exploremos nuestras emociones, que seamos capaces de ponerles nombre, de comprender sus causas y cómo in- fluyen en nuestro pensamiento y en nuestro comportamiento y también saber expresarlas con la persona adecuada, en el momento adecuado y leer el mensaje que nos proporcionan de nosotros mismos y de los demás.

  • Las emociones deberían trabajar para nosotros y no contra nosotros. ¡Pongámoslas a trabajar!
  • Necesidades psicológicas fundamentales y su vinculación emocional.
  • De cara a comprender la función que ejercen las emociones en las personas, es hoy día importante vincular estas con las necesidades fundamentales desde el plano psicológico.
  • Estas son la necesidad de amor, la necesidad de seguridad y la necesidad de libertad.
  • 1.      La necesidad de Amor y la emoción de Tristeza.
  • Georges Pierret, doctor en medicina y primer autor de la terapia Gestalt, dice que la necesidad de amor nos habla de la necesidad vital de entablar relación con otro ser, de dar y recibir ternura, de sentir el placer de existir para el otro y así mismo de sentir el placer de la existencia de otro.
  • Y esta necesidad de amor, no sólo toma forma en la identidad de pareja, sino también en el amor fraternal, en el amor materno, en el amor a sí mismo, etc. entre otras formas de amar y ser amado.
  • Así lo ve expresamente Erich From (psicólogo social y filósofo humanista estadounidense) en su libro “El Arte de Amar” cuando dice: “el Amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un <<objeto amoroso>>”. Introduciéndonos aquí en el papel fundamental del desapego a la hora de amar y ser ama- dos.
  • Así pues esta necesidad viene a decirnos que lo que queremos es amor, y todas las vertientes que del amor se deriven como el reconocimiento, la aceptación, la atención, etc…
  • Cuando nuestra necesidad de Amor no se muestra con claridad en nuestros pensamientos, se revela a través de un sentimiento de Tristeza y de otros vinculados a este sentimiento como la pena, aflicción, melancolía, desamor, desolación, dolor, desconsuelo, aflicción, amargura, pesar, quebranto, tribulación, desdicha, etc..
  • Podemos en este sentido encontrarnos perdidos: “parece que soy invisible, nadie me quiere, me siento solo, lloro, sufro, necesito sentir ternura y consuelo”. E incluso, llegamos a preguntarnos “¿por qué me sucede esto a mí? o “¿qué he hecho yo para merecer esto?”.
  • Cayendo incluso en una profunda depresión, que es entre otros factores, una ausencia de expresión emocional. Porque, ¿cómo nos resistimos a la satisfacción de esta necesidad?
  • Muchas veces lo hacemos escondiéndonos, no mostrándole al mundo nuestra “falsa debilidad”; distrayéndonos con otras cosas sin escuchar lo que esta emoción quiere transmitir-
  • nos “como un parche”; creándonos dependencias como el alcohol, las drogas e incluso mostrándole más amor a otras personas, buscando desesperadamente la atención de ellas hacia nosotros, cuando realmente soy yo quien necesita amor y no soy capaz de pedirlo. “Haré todo lo que sea para no sufrir, ni vivir mi tristeza”.
  • 2.      La necesidad de Seguridad y la emoción del Miedo.
  • La falta de seguridad en nuestra vida se manifiesta a través de la emoción del Miedo, del que nos ocuparemos también a lo largo del módulo.
  • El Miedo es una señal interna que te dice que te sientes amenazado, que tu vida está en peligro, que no te sientes seguro.
  • Esta falta de seguridad en tu vida se traduce también en otras emociones como la ansie- dad, angustia, pánico, inquietud, nerviosismo, siendo su máxima expresión el terror.
  • Desde niños la sociedad en ocasiones nos inculca una respuesta inmediata frente al miedo desde la no aceptación. Se nos dice “no muestres miedo pues es síntoma de cobardía y tú no eres cobarde”. Y, por tanto, ¿cuál suele ser nuestra respuesta frente a un miedo?, uno de los métodos más empleados es la desensibilización, que se produce por la no aceptación de la emoción descrita. No acepto, luego no expreso, de forma que permanece en- quistada en mi interior y para irme entrenando en este estado de desensibilización puedo ver películas de terror, conduciré peligrosamente, asistiré a carreras de coches, buscaré situaciones arriesgadas…, todo lo que al final consiga que yo diga: “¡pero si no tengo miedo a nada!”.
  • 3.      La necesidad de Libertad y la emoción del Enfado.
  • Cuando no me siento libre en mi expresión, en mi trabajo, en mi entorno, en mi vida en general, cuando siento que mis límites han sido violados, es cuando surge un sentimiento de enfado, que puede dar lugar a otras emociones como de frustración, desprecio, enojo, rechazo, asco, odio, rebeldía, ira y cólera.
  • Cuando no sé qué hacer con esta sensación emocional de profundo desagrado, en ocasiones podré desensibilizarme, puedo tragarme literalmente la emoción o incluso volverla contra mí mismo sin reparos. Puedo también exteriorizarla cuando voy a ver un partido de fútbol, por ejemplo.
  • Identificando emociones. Tipología Emocional.
  • “Las emociones se basan en el presente, pero   están   influenciadas   por   el   pasado   y ejercen influencia sobre el futuro”. (L.Greenberg)
  • Las emociones que observamos en nosotros y por ende en los otros, no son siempre las mismas en cuanto a la respuesta que con ellas enfrentamos los distintos estímulos externos e internos.
  • Estas, las emociones, se han ido desarrollando en nosotros desde que nacemos, influidas por nuestro entorno más inmediato (familia, educación, etc.), y desarrollándose a través de nuestros pensamientos, creencias y valores. Todo ello unido, ayuda a que nuestra respuesta emocional sea en determinados momentos una u otra en función de unos parámetros.
  • Si no aprendemos a identificar y regular las distintas emociones y sus procesos, en cuanto a nues- tros pensamientos y respuestas biológicas en el cuerpo, es muy probable que tiendan a ir “por libre”. Esto puede dar lugar a que en determinados momentos nos consideremos víctimas de nuestras emociones, debido a que, en nuestra experiencia diaria, a veces nos sentimos bien o mal sin ninguna razón aparente. Tenemos la impresión de que las emociones sencillamente ocurren.
  • Y en muchos casos si la persona es psicológicamente sana, nos puede producir lo que se conoce como “secuestro emocional”, que viene a ser una respuesta desmesurada ante un hecho o estímulo, produciéndose por ejemplo en nosotros un enfado, cuando en realidad puede que en su base más profunda exista un miedo enquistado durante largo tiempo. De ahí que psicólogos como Les- lie Greenberg, en su libro “Emociones: Una guía interna” hayan aportado una clasificación entre emociones primarias (las primeras que experimentamos ante un estímulo) que pueden ser adap- tativas o desadaptativas, y secundarias e instrumentales:
  • ·         Emoción primaria adaptativa.
  • Son básicas. Son respuestas fundamentales y viscerales. Llegan y se van con rapidez. Son saludables y muy valiosas. Son las que definen verdaderamente lo que sientes. Llegar a ellas es esencial para nuestra salud. Ejemplo: siento la lejanía de un ser querido y siento
  • tristeza ó me ascienden en el trabajo y siento alegría. Son la respuesta ante lo que está ocurriendo ahora mismo, no sobre lo que sucedió en el pasado o lo que pudiera suceder en el futuro.
  • ·         Emoción primaria desadaptativa.
  • Siguen siendo sentimientos básicos y primarios, pero en este caso no son sanos. Se suelen basar en un aprendizaje previo. Puede llegar a perdurar mucho en el tiempo (aun sin existir la causa que la produjo). Reflejan un sentimiento de malestar crónico. Siguen siendo tus sentimientos más básicos, “verdaderos”; pero han dejado de ser sanos. Son respuestas a otras experiencias pasadas, en lugar de ser principalmente, una respuesta a lo que ocurre ahora. Ejemplo: una tristeza profunda arrastrada durante mucho tiempo.
  • ·         Emoción secundaria.
  • Las segundas que tenemos y que tapan otras emociones. Son aquellas emociones defensivas que surgen a consecuencia de otra emoción (suele ocurrir cuando las centrales se ocultan, no se perciben o no son aceptadas). Ocultan lo que estas sintiendo. Aquellas que a menudo resultan problemáticas y queremos eliminar. Ejemplo: un hombre educado en la premisa “los niños no lloran” nota que su pareja se aleja (lo adaptativo es sentir tristeza ante esa pérdida), no se permite estar triste y a consecuencia de ello le produce enfado y se cabrea (emoción secundaria) ó siente ansiedad por tratar de evitar un enfado.
  • ·         Emoción instrumental.
  • Son aquellas expresadas consciente y automáticamente para conseguir una meta. Aprendemos a utilizarlas por los beneficios que pueden llegar a aportar, de forma que influencian o manipulan hasta conseguir lo que se desea. No solemos ser conscientes de haberlas aprendido, sobre todo en la etapa de la infancia, cuando de niños gimoteamos. Más adelante quizá uses tu voz o expresión facial para transmitir pena a otros y de este modo pensar que desde esta actitud, te atenderán.
  • Emociones Básicas y universales: Tristeza, Miedo y Enfado.
  • Las emociones en sí mismas no son ni negativas ni positivas porque todas ellas son guías internas que nos indican lo que nos sucede frente a un estímulo propio de la vida. Sin embargo, no todas son agradables. Y todas son universales porque forman parte del patrón genético en el ser humano. Las diferentes culturas a lo largo del tiempo nos han reflejado cuáles sociedades son más expresivas y cuáles menos, no siendo por ello sociedades con distintas emociones.
  • Por ejemplo: si viajamos por un momento a una cafetería en el mismo centro de Roma veremos cómo las personas muestran sin ningún tipo de censura sus enfados o alegrías. Y si por el contrario nos encontramos en el centro de Tokio, veremos que en los rostros de los japoneses no se percibe un atisbo de emoción alguna, pareciendo neutrales a las mismas.
  • Veamos a continuación qué información nos dan algunas de estas emociones básicas:
  • La Tristeza
  • «No      puedes      evitar      que      los      pájaros      de      la      tristeza      vuelen      sobre       ti, pero debes evitar que aniden en tu cabello». Proverbio chino
  • La tristeza es una emoción que produce un estado de ánimo del que las personas más quieren alejarse. Según L. Greenberg, surge por la separación, el distanciamiento o pérdida de vínculo.La sentimos cuando somos capaces de comunicar o expresar sentimientos. De ahí que en su fase de intenso dolor surja la depresión, la cual es síntoma –entre otros- de la falta de expresión emocional.
  • Cuando sentimos tristeza, ésta nos envuelve en un estado de profundo retiro de los demás, del mundo, o bien nos acerca a otros en busca de apoyo y consuelo para reducir la aflicción, en un duelo necesario e importante para asimilar la pérdida y tras los ajustes psicológicos adecuados, poder establecer planes nuevos que permitan seguir construyendo nuestro camino en la vida.
  • Cada persona expresa su dolor de maneras diferentes, ahora bien, existe una característica común a todas y es la pesadez que se experimenta: las personas sienten sobrecarga y se mueven torpemente.
  • Es importante en este sentido, enfrentar el dolor. Permitirlo, aceptarlo, experimentarlo, dejarlo fluir y sobre todo expresarlo para sobrevivirlo y llevarlo a término de forma saludable para la persona y su organismo. Nos da la oportunidad de aceptar la pérdida sea cual sea y sanar renovándonos interiormente.
  • Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional” menciona un estudio de Diane Tice, psicóloga de la Case Western Reserve University (California), que realizó un estudio a más de cuatrocientas personas sobre las diferentes estrategias de afrontamiento y sobre el grado de éxito que les pro- curaban. La doctora encontró diversas estrategias de afrontamiento, por lo que se descubrió que no es positivo evitar a toda costa la tristeza ya que esta tiene sus facetas positivas.
  • A continuación, haremos una diferenciación entre los distintos tipos (tipología) de la tristeza:
  • Tristeza primaria adaptativa o saludable: Dentro de este estado emocional, otras emociones pueden emerger según situaciones. Y pueden ser primarias siendo cada una señal de que ha de ser vivida y expresada completamente. Por ejemplo: Si siento que he sido engañado/a, mi tristeza se mezclará con el enfado; en situación de trauma, se mezclará con el miedo y si sobrepasaron mis límites podrá mezclarse con enfado, miedo y vergüenza.
  • Tristeza primaria desadaptativa o no saludable: En ocasiones es posible que observemos que nos encontramos tristes y este sentimiento lejos de modificarse, se acentúa y se repite una y otra vez, transformándose la emoción en “estado emocional”. Se hace crónico y la persona se siente incapaz de afrontar y seguir adelante tras una pérdida. Es importante en estas situaciones expresar otros sentimientos también presentes: el enfado sin resolver, y la culpa.
  • Por ejemplo: hay personas que evitan situaciones que supongan un final, tras una pérdida. O cuando nos sentimos tristes porque nos muestran gestos de cariño y amabilidad.
  • En este caso concreto es necesario ir a la raíz del esquema emocional central o a la sensación de falta de amor y cambiar dicho esquema a través de recursos internos alternativos. El cliente necesita sentirse con menos carencias, con menos carga emocional antes de poder tolerar muestras de amabilidad.
  • Tristeza secundaria: La reacción secundaria más común en los procesos de tristeza es la depresión. En este caso, la forma de trabajar sobre este estado supone descomponer la reacción depresiva en sus partes cognitivo-afectivas subyacentes y reconocer y vivir la experiencia del dolor no de la tristeza, apoyando a la persona a penetrar en los sentimientos de malestar para ir accediendo a recursos internos que le refuercen.
  • Otra forma de reconocer esta tristeza secundaria es por ejemplo cuando se expresa un en- fado seguido de llanto, luego la emoción primaria sobre la que tendríamos que trabajar se- ría el enfado, no la tristeza.
  • Tristeza Instrumental: En ocasiones las personas podemos “gimotear” cando las lágrimas son señal de protesta, no de expresión real de tristeza, con la esperanza de evocar en la otra persona comprensión y apoyo. Estas lágrimas instrumentales se deben modificar si queremos acceder a las motivaciones subyacentes y expresar las necesidades de forma saludable.
  • El Miedo
  • La idea de la cobardía nace de un supuesto equivocado: que todos disponemos de los mismos re- cursos para enfrentar los peligros.
  • El Miedo es una emoción universal porque todos hemos vivido esa experiencia, y sin embargo, nos movemos en él desde un desconocimiento e ineficacia, a causa de la descalificación que las creencias culturales han generado, las cuales han convertido al Miedo en una emoción indigna.
  • La Sociedad en general cuando dice de alguien que no hizo tal cosa porque tuvo miedo, lo hace con un tono de descalificación y desprecio hacia esa persona.
  • Se trata de una emoción desagradable que nos proporciona una señal imperiosa, orientada a la supervivencia, para escapar del peligro o amenaza.
  • En nuestro cerebro se encuentra el sistema límbico o cerebro medio, que es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral y que comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, hipocampo y la amígdala cerebral. Estos centros son el asiento de los movimientos emocionales como el temor o la agresión. Aquí es donde se procesan las distintas emociones. El papel de la amígdala es hoy en día incuestionable.
  • Mario Alonso Puig, Médico Especialista en Cirugía General, explica de forma sencilla cómo se activa la Amígdala, expresando que ésta se activa desde esquemas mentales puros. Desde la parte situada encima del ojo derecho, ahí es donde comienza la conversación negativa: “yo no puedo” “no valgo”…Y ese pensamiento sostenido en el tiempo, se convierte en sentimiento porque el cíngulo lo transmuta y se activa la amígdala; esta activa el hipotálamo en la profundidad del cerebro y el Hipotálamo pone en marcha el sistema de supervivencia a través de las glándulas suprarrenales, encima de los riñones que inundan la sangre de Adrenalina, Noradrenalina y Cortisol que es la hormona reina del estrés.
  • Es decir, que este proceso biológico que normalmente se desarrolla en momentos de supervivencia, lo activamos por hábitos de pensamiento frente a diversos estímulos externos que nada o poco tienen que ver con los estados de supervivencia. De este modo nuestro cuerpo se paraliza dando como resultados de respuesta de nuestro organismo, como bloqueo, huida o ataque.

A continuación, haremos una diferenciación entre los distintos tipos (tipologías) del Miedo:

  • Miedo primario adaptativo o saludable: “Estoy caminando por una calle silenciosa y oscura, me encuentro solo/a, sin nadie que me haga compañía. La noche es cerrada y no hay nadie más. De repente, frente a mí, surge como de la nada un perro que ladra y me enseña sus dientes. Me siento paralizado, quiero correr y no puedo. Mis manos sudan, mi garganta se seca, el corazón me late fuertemente. Estoy temblando”.

Se trata de una respuesta saludable del organismo, quien te da el mensaje de que corres peligro y de que hay algo que debes hacer al respecto. Reconocer el miedo primario adaptativo permite saber que algo representa una amenaza para ti.

Te movilizas para huir, y entonces, es necesario que decidas cómo reaccionar frente al peligro.

  • Miedo primario desadaptativo o no saludable: “Él creció atemorizado por las continuas pe- leas de sus padres, por la falta de armonía en su entorno, así como por las crueles críticas de su familia hacia él. De adulto, se mostraba tímido e inseguro y ante cualquier señal de desaprobación o enfado, respondía de la misma manera en que lo hacía de niño, cayendo de este modo, en confusión, entumecimiento, bloqueo, falta de autoestima y depresión. Estaba crónicamente tenso, agotado y se sentía culpable por su situación”.

Según Leslie Greenberg, el miedo desadaptativo primario constituye una reacción casi fóbica a pensamientos, emociones y recuerdos relacionados con eventos traumáticos. El miedo resultó ser adaptativo en la situación original; pero continúa siendo activado inapropiada- mente y se convierte en ansiedad. ¿Qué hacer en este caso? Enfrentarse al momento ame- nazante en un entorno seguro, en donde poder observarlo y expresarlo, explorándolo así mediante la evocación del recuerdo, de forma que sea liberado.

  • Miedo secundario: “Me gustaría expresar a mi jefe mi malestar por cómo me criticó ante mis compañeros, pero tengo miedo de hacerlo por futuras represalias. Prefiero seguir actuando como si nada”. Cuando el miedo que se deriva de este hecho es una emoción secundaria, en realidad no se deben a ningún peligro externo, sino a la emoción de sentir como emoción primaria enfa- dado o tristeza y de no mostrar estos sentimientos por la creencia de que estos puedan dañar tus relaciones con los demás, por lo que decides anular esos sentimientos centrales. El manejo de la asertividad en este supuesto es la solución a la hora de encarar el conflicto y liberar la emoción principal.

El Enfado

«Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.» Aristóteles. Ética a Nicómano.

La emoción del Enfado es sobre todas, la que mayor energía proporciona al organismo ya que está destinada a aumentar nuestros recursos para resolver el asunto que nos produjo la emoción.

El enfado nos habla de que nuestros límites han sido violados y por tanto tiene vinculación con el miedo al sentirnos amenazados.

Estas percepciones actúan como detonante de una respuesta doble del cerebro, porque por un lado libera la secreción de “Catecolaminas” (neurotransmisores que se vierten al torrente sanguíneo) en nuestro organismo y que generan un acceso rápido de energía para emprender una acción decidida como el luchar o el huir. Esta descarga permanece varios minutos. Mientras, otra oleada de energía se activa en la amígdala y se desplaza por nuestro sistema nervioso. Esta excitación puede durar horas e incluso días, manteniendo al cerebro emocional predispuesto a la hipersensibilidad.

Esto explica por qué hay personas que son susceptibles de enfadarse una vez que, han sido provocadas o se hayan ligeramente excitadas.

A continuación, haremos una diferenciación entre los distintos tipos (tipologías) del Enfado:

  • Enfado primario adaptativo o saludable: Cuando surge el enfado, solemos quejarnos y mostrar signos de molestia ante un hecho concreto que nos ha causado tal enfado.
  • Enfado primario desadaptativo o no saludable: Cuando un hecho provocado o no suele provocarnos malestar repetidamente y “saltamos” en nuestra defensa cada vez que se re- pite una circunstancia similar a la originaria.
  • Enfado secundario: surge cuando sentimos otra emoción antes que esta, por ejemplo, el Miedo y nos enfadamos para descargar esa emoción primaria activada. Por ejemplo: un padre se enfada con su hijo cuando éste hace algo temerario.
  • Enfado instrumental: cuando hablamos de instrumental, nos referimos a que se trata de una “estrategia inconsciente” a la hora de manipular a través de ese estado a los demás. Al no ser consciente, no ha sido deliberadamente creada para tal objetivo, sino que sencilla- mente se trata de forma de actuar bajo esta emoción, que al final puede generar que los demás acaben resentidos y distantes. Por ejemplo: sentimos frustración cuando no conseguimos lo que deseamos de los demás y “castigamos” con nuestra conducta a quien hace

La espiral del Resentimiento, Culpa y Victimismo.

El tema del día era el Resentimiento, y el maestro nos había pedido que lleváramos patatas y una bolsa. Nos pidió que introdujésemos una patata por cada persona a la que guardábamos rencor. Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa de patatas.

Naturalmente las patatas se iban deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa apestosa en todo momento me mostró claramente el peso emocional que cargaba a diario y cómo, mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, o evitar que su olor afectara mi vida, desatendía cosas que eran más importantes para mí.

Todos tenemos patatas pudriéndose en nuestra «mochila» sentimental. Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta de que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó.

Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó.

«Aligera tu carga y estarás más libre para moverte hacia tus objetivos».

Según el Diccionario de la Real Academia Española: Resentimiento es “la Acción y efecto de resentirse”.

Y Resentirse es “sentir dolor o molestia en alguna parte del cuerpo, a causa de alguna enfermedad o dolencia pasada”.

Así pues, en un clarificador juego de palabras: yo me re-siento, esto es vuelvo a sentir de nuevo algo que sentí en el pasado y que tiene que ver con malestar y enfado.

Según Leslie Greenberg, el Resentimiento se debe a un enfado del pasado que quedó sin resolver. Si no se pudo asimilarlo, éste quedó almacenado en la memoria emocional como un recuerdo in- tenso y quedó sin resolver. ¿Recuerdas cuando siendo niño te caíste y te hiciste una herida? ¿re- cuerdas cuando no la desinfectaste debidamente y te causó una gran cicatriz?

La metáfora de este recuerdo nos permite ser conscientes de que no resolver adecuadamente una herida emocional, equivale a sobrellevar una herida emocional infectada. Y esto, en el peor de los casos, puede quedarse con nosotros toda la vida, recordándonos ese suceso que nos produjo enojo.

Recordemos ahora el apartado 2 (El Líder emocionalmente inteligente) correspondiente a la regulación y control de emociones. Enfocándonos en situaciones de experiencia importante de enfado, cada vez que controlas o te cierras a esta experiencia, no solo te cierras a recibir información importante, sino que ésta se queda sin resolver dentro de ti y “arde” en tu interior en forma de re- sentimiento. Lo cual se convierte en barrera importante a la hora de conseguir los objetivos en tu vida, ya que no has sido capaz de observar los obstáculos del camino.

Greenberg recalca que esto no significa que siempre se deba expresar el enfado. Insiste en que si es importante expresar con cierta regulación lo que te preocupa ya que los extremos son insanos: tanto si no expresas y controlas, como si literalmente “explotas”, porque en este sentido podemos causar víctimas colaterales que nada tienen que ver con la causa principal de nuestro enojo. En estos casos es de vital importancia hacer uso de la Asertividad, que es una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia.

Anthony de Mello, Psicólogo y Jesuita, dice sobre el Resentimiento:

“Ordinariamente, buscamos alivio y no curación. Cuando la relación entre amigos no funciona lo bien que yo quisiera, puedo aliviarla. Puedo pararme y comenzar una tregua. Pero si he puesto al aire las premisas que están debajo, el problema sigue en pie, y seguirá generando sentimientos negativos.

Las componendas y alivios son manejos comerciales del “buen comportamiento” que me ha metido en la mente mi sentido de “buena educación”.

Y a continuación nos hace reflexionar con esta pregunta:

¿Quiero quitarme el cáncer o tomar un analgésico para no sufrir?

Esto puede resultar fácil a simple vista; pero ¿y si no es posible resolver mi enfado directamente con la persona que lo originó?

Si queremos como líderes servir de ayuda a nuestros colaboradores para que superen estos sentimientos, podemos comenzar por permitirle expresar de alguna manera, ese enfado que quedó sin resolver. Y proponer nuevas vías de aprendizaje para evitar caer de nuevo en este estado desagradable e insano, a través de las herramientas de comunicación Asertiva.

La Culpa

“La persona que siente más culpa no podrá sentir felicidad o buena salud”. Albert Ellis.

La Culpa como cualquier otro sentimiento, nos da una guía informándonos sobre que hemos he- cho algo que no está acorde con nuestros valores y creencias.

Las emociones que pueden aparecer asociadas son las de vergüenza porque sentimos que de alguna manera nos hemos quedado expuestos, tristeza por la pérdida de valía personal y enfado con uno mismo.

Cuando somos conscientes de que nuestro código de creencias ha sido transgredido, esta es señal del sentimiento de culpa. Y la pregunta que debemos hacernos cuando esto sucede es si nos ayuda esta señal a que se produzcan las correcciones necesarias para volver a tener equilibrio (culpa sana) o nos añaden más sufrimiento, agravando más este sentimiento (culpa insana).

En muchas situaciones, la culpa nos invade de una forma desmesurada y desproporcionada. Y esto es debido a la educación recibida, al afán de perfeccionismo y control.

Es a través de este sentimiento cuando surge, un buen momento quizá para hacer una revisión de nuestras creencias que nos limitan y de este modo modificar nuestra emoción por otra más saludable y con ello, cambiar hábitos. Tratando de llevar a la consciencia qué es lo que necesita, qué te pide el sentimiento y en qué te beneficia tenerlo, haciendo de este modo, de tu culpa algo produc- tivo.

El Victimismo

Siempre aparece cuando sentimos que una injusticia ha caído sobre nosotros, un daño grave se ha hecho sobre nuestra persona o resultamos perjudicados por un hecho concreto.

En este sentido, es importante normalizar dichas situaciones aceptando en nosotros rabia, ira e indignación por aquello o quienes lo provocaron. Si no, se volverán en nuestra contra.

No se trata de buscar razones, porque caeríamos en los pensamientos repetitivos, sin salida, que se convertirán en “rumiación” (los por qué); sino más bien de comprender y aceptar la situación que ya no es posible cambiar.

El victimismo aparece como un patrón improductivo cuyo resultado es siempre buscar en otros la responsabilidad del hecho cometido, culpándoles del mismo. Luego la Culpa se convierte en un “endoso”. El locus de control -lugar dónde buscamos el control de nuestras emociones- se sitúa siempre fuera, dejando a la persona en situación de indefensión, que es incapaz de controlar su vida, por lo que es dependiente de lo que suceda fuera: son frases típicas: “siempre me pasa a mí”, “nadie me entiende”, “no hay derecho” etc.

Se convierte así en un diálogo interno destructivo para la persona que no le deja avanzar, llegando a ser en casos obsesivo.

Las consecuencias de este diálogo son importantes, ya que la persona traslada este diálogo in- terno hacia afuera, transformándose en una especie de “vampiro energético” para quienes la rodean.

Se trata de un patrón cognitivo-conductual complejo que encierra otras emociones enquistadas como la tristeza, enfado y miedo.

Llegados a este punto, puede que la emoción se transforme en instrumental y sea una ineficaz fórmula para controlar a los demás: acción manipulativa.

Al final, si se convierte en este estado crónico, alejará a todas las personas porque será rechazada por ellas. Ya que es realmente agotador para las personas convivir con quien asuma este papel de víctima constantemente.

Esta persona sospechará de la alegría de los demás. Alegría y resentimiento no pueden coexistir.

Como vemos, el resentimiento, la culpa y el victimismo van entrelazados en una rueda de la que una vez dentro, es urgente salir.

Espiral del Resentimiento, culpa y victimismo.

Pongamos un ejemplo de una situación real en estos términos:

“Imaginemos que una persona, en la pareja, siente que hace mucho por su compañero, que da siempre y no se siente comprendida por él.

Cuando esto sucede, en un primer momento se siente víctima de la situación, la cual le genera enfado y esto acumulado por largo tiempo sin expresarse previamente, le hace estallar.

Una vez que estalla y siente que se ha “desahogado”, se da cuenta de lo que ha hecho y le genera culpa, por lo que para “compensar” inconscientemente este sentimiento de culpa vuelve a pensar que es la víctima de la situación, que en apariencia parece estar fuera de su control”.

Lo importante para salir de esta espiral es tomar conciencia, identificando la emoción que le embarga y recoger la información emocional, observando qué creencias y valoraciones son las que se activan y le hacen comportarse de ese modo.

No podemos dejar de lado que cada vez que una persona asume crónicamente un sentimiento de víctima, se convierte en verdugo, provocando “víctimas” colaterales cada vez que pone en marcha este mecanismo de acción improductiva.

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